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Prioridad a la despolitización de nuestra historia.

  • Profesor Rosario Lozada
  • Dec 21, 2017
  • 3 min read

La historia no se repite. Se repiten los hechos producidos por el hombre. Es la historia la que nos ayuda a comprender el porqué de esos hechos. La historia es una mitificación de hechos y así nos manipulan.


En Puerto Rico la historia se ha utilizado como bastión político desde hace más de cien años. Desde Salvador Brau se ha planteado una visión histórica sobre el abandono del Estado español en Puerto Rico durante el siglo XIX. Según está retórica, el Estado español retrasó el proceso de modernidad en la isla que buscaban los partidarios del autonomismo e independentismo puertorriqueño. Algunos historiadores han creado y mitificado un discurso donde se le atribuye al puertorriqueño la noción de ser progresistas y modernos detenidos por el Estado. Para estos historiadores ésta se ha convertido en su hipótesis al explicar la facilidad con la que Estados Unidos anexó a Puerto Rico como posesión colonial pues fueron salvados del martirio español.


Pero, el historiador Fernando Picó cuestiona estos planteamientos “al examinar la tecnología utilizada para las construcciones de las primeras centrales azucareras y los actores que importan maquinarias europeas para el proceso de construcción, que extienden los rieles de tren por todos lados, capitanean la importación y exportación de la azúcar puertorriqueña, lanzan el Banco Territorial Español y tienen los primeros lazos telefónicos, son militantes de los partidos incondicionalmente español”.


Sin embargo, con la llegada de los estadounidenses a Puerto Rico, ese discurso se intensificó pues para ellos era vital la destrucción del elemento español y la glorificación de sus prioridades históricas como método para la americanización. Sus libros de textos utilizados en los salones de clase reflejan y justifican la necesidad de la intervención norteamericana en Puerto Rico que trajo gloria y modernidad a una isla carente de los elementos básicos de una civilización.


Este pensamiento histórico es el que nos rige en la actualidad. La historia se ha utilizado como arma política al servicio de la partidocracia. Cada cuatrienio, los textos históricos utilizados en los salones de clases son revisados minuciosamente con el fin de encontrar algún elemento que afecte el discurso ideológico del partido gobernante. Para el Estado, la historia no tiene la relevancia necesaria que viabilice conocimiento y produzca desarrollo económico. Intencionalmente es olvidada y no deja de ser fuertemente vigilada con la intención de mal interpretar lo que dice en beneficio propio.


La historia es un mito. Una mitificación de hechos que manipulan un discurso basado en una ideología. Si la historia fuese enseñada para generar pensamiento crítico, no hubiésemos escuchado el mito comparativo sobre el huracán San Felipe II con el huracán María, a sabiendas de las diferencias sociales, económicas, geográficas y la falta de códigos de construcción entre los primeros veinte años del siglo pasado y nuestra actualidad. Ni mucho menos presenciar la crítica destructiva sobre los reclamos de igualdad realizados por la diáspora puertorriqueña. Una mitificación dentro de nuestra historia es percibir el derecho a la igualdad a base de un crisol político: la diáspora y la oposición pueden reclamar, pero el oficialismo cegado por su ideología aleja ese reclamo destruyendo las buenas intenciones.



Karl Marx dijo que “la peor experiencia de cualquier sociedad es que los ignorantes e idiotas lleguen al poder”. Es tiempo de impartir una historia que no esté politizada y que genere el pensamiento crítico necesario para cuestionar constructivamente al Estado, como parte fundamental de una buena gobernanza.

 
 
 

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