"Para que roben los otros, que roben los míos": un despertar en el salón de clases.
- Profesor Rosario Lozada
- Jul 6, 2018
- 2 min read
Comencé la columna con la frase que me dijo un estudiante en mi curso de Historia de Puerto Rico mientras discutíamos a Maquiavelo y su obra El Príncipe como parte del análisis sobre la crisis política en nuestro país.
En su obra, Maquiavelo plantea que “un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiera mantenerse en su trono, se verá forzado a obrar contra su palabra, contra las virtudes humanitarias o caritativas y hasta contra su religión. Su espíritu ha de estar dispuesto a tomar el giro que los vientos y las variaciones de la fortuna exijan de él y a no apartarse del bien, mientras pueda, pero también a saber obrar mal, cuando no quede otro recurso”. En Puerto Rico, debido a los vientos y las variaciones de nuestra clase política, hemos afincado la corrupción como parte de nuestra cultura. Los cambios generacionales ocurridos en los últimos años y, acrecentados por el destructivo huracán María, han provocado la migración de jóvenes adultos consientes de la problemática existente en la isla, pero impedidos por las exigencias el sistema y legando en manos de la generación más adulta el poder político del pueblo.
Esta generación más adulta tiene una visión política distinta sobre Puerto Rico. Crecieron en momentos donde los medios de comunicación no tenían injerencia o no existían. Basaron su conocimiento político en el culto al líder, donde su manifiesto se convertía en una verdad absoluta e inquebrantable. Altares con las fotos de sus lideres, al lado de la imagen de la santísima trinidad, daban la bienvenida a sus visitantes. Ellos traspasaron su conocimiento político a los siguientes y así sucesivamente. Muchos crecimos observando a nuestros familiares discutir lo mejor o peor de los partidos políticos, exacerbando el miedo al cambio y prefiriendo la continuidad de un sistema corrupto.

Pero no olvidemos cuando Maquiavelo nos dice que un príncipe debe saber obrar bien, sin apartarse, pero también a saber obrar mal, cuando sea necesario. Es aquí donde nuestro poder político se ve pisoteado cuando dentro de un sistema corrupto, el fanatismo ha permitido la defensa de líderes y partidos políticos acusados de actos contrarios a la ley con el argumento de ser menos corruptos. No obstante, los líderes políticos han sabido obrar mal cuando sea necesario pues ha sabiendas de sus actos corruptos han logrado mantener cautivos y enajenados de su realidad a los fieles seguidores que han permitido mantenerlos en el poder. ¿Cómo exigimos cambios a nuestra clase política cuando somos los que le permitimos estar en el poder?
Luego del silencio abrumador en el salón de clases y en medio de mi escepticismo, procedí a preguntar con qué argumentos válidos puede sostener su aseveración. “Los míos lo saben hacer y pongan a quien a quien pongan, voy a votar por los ellos” respondió el estudiante.
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